miércoles, 9 de julio de 2014

Adiós al Magisterio

Este fue el discurso de despedida que tenía preparado tras "los detalles sorpresa" de quienes compartieron claustro conmigo el curso 2013-2014. Digo sorpresa porque hicieron caso omiso a mi deseo de no querer celebración alguna. El discurso, como tantos otros escritos, no pudo llegar a quienes yo quería. Por este motivo cierro este blog con él, para que quien lo desee vea una muestra de lo que pretendí sin conseguirlo, aunque abro otro que con el título ideasveteranas.blogspot.com os invito a visitar. "Gracias por vuestros elogios, a los que suelo ser inmune después de soportar tanta hipocresía a lo largo de mis casi 41 años dedicados a esto de la enseñanza. Son escritos como estos, no buscados, sinceros, directos, de tú a tú sin que haya que satisfacer oídos, los que de verdad me gustan por eso, porque salen del corazón y no trascienden, sólo dan directamente en el corazoncito de la persona a quien van dirigidos. Hay quien me ha dicho que no entiendo a quienes querrían hacerme un homenaje y mucho me temo que mis razones, que al menos en lo de no decírselo a los niños se han cumplido, pueden haberme hecho parecer como un ser raro y distante. Nada más lejos de mi intención. Sólo he tratado de hacer mi trabajo, que no quisiera llamarlo así por la connotación de algo hecho a la fuerza que conlleva; porque salvo en contadas ocasiones, que las ha habido, ha sido un placer para mí. Desde muy pronto comprendí que era mi vocación, como lo prueban horas y más horas de entrega altruista invertidas en los colegios por donde he pasado y en casa; con reuniones de padres a las doce la noche, allá en Valencia, porque trabajaban en la huerta; con sesiones de tarde y noche cuando entraba a las ocho y media, siendo director, y salía a las nueve y media de la noche impartiendo clases de adultos. Con tanta charla impartida, con tanta lección preparada a conciencia, con artículos, seminarios, formación continua, proyectos y tanta labor, compartida siempre como para que otros pudieran beneficiarse. Y todo porque siempre, siempre, el objetivo de nuestra bendita labor es una futura persona que merece toda nuestra dedicación, que siempre será poca. Y la pena de ver frustrado algún futuro porque nuestra pedagogía y docencia no han sido las adecuadas era para mí un cargo de conciencia con el que no quería cargar. No, no necesito de reconocimientos, mucho menos materiales, consciente de la crisis que padecemos, mucho menos que quienes han compartido claustro conmigo tengan que desembolsar un dinero para una comida y un regalo y mucho, mucho menos que tenga que dirigir un discurso a las masas sin hacer matices. Me considero muy bien pagado cuando tanto niño se acercaba curioso y expectante a mi lado, me miraba con esos ojos limpios con los que miran quienes aún no conocen la malicia, seguían mis instrucciones, me saludaban y esbozaban una sonrisa. Niños que te llaman por la calle, desde los balcones y ventanas de sus casas; niños que han visto que la regañina firme y a tiempo no es óbice para que viendo en mí un principio de autoridad confíen en que lo que les prometo es siempre verdad, a quienes creo no haber defraudado y a quienes no quiero hacer chantaje emocional alguno porque además de verles llorar tampoco yo podría articular palabra. La vida sigue siempre su cauce, el mío simplemente se desvía y con el parón de las vacaciones, tras dos meses sin verme, se olvidarán de mí de forma natural, como debe ser. Yo me marcho, pero en mi mente quedarán muchas imágenes buenas de niños, familias, compañeros y hechos porque los malos los tiraré a la papelera de reciclaje y los borraré definitivamente. Después abriré una página en blanco, ya más bien gris, por aquello de las canas y la edad, donde iré apuntando todo cuanto me suceda de ahora en adelante. Ha sido una lástima no haber podido poner en marcha los proyectos que tenía para hacer personas desde la familia, porque siempre he estado convencido de que la verdadera educación necesita de las tres patas sobre las que colocar el proyecto educativo: familias, profesorado y niños. ¡Siempre me quedará la espina de no poder haberlo visto hecho realidad! He intentado ser fiel a mi conciencia en cada actuación. Me he dedicado a la enseñanza y a la búsqueda continua de una mejora metodológica. Siempre he procurado compartir cuanto he hecho con el fin de que pudieran beneficiarse otros de mi labor. Sin embargo no siempre he manifestado lo que pensaba desde que tuviera experiencias desagradables por intentarlo siendo joven e inexperto. Tampoco me he considerado comprendido y sobre todo no creo en un sistema actual de enseñanza que ata de pies y manos al docente a la vez que da alas para que un alumno disruptivo pueda poner en jaque a una clase y a un colegio. Creo que la disciplina debe ser la premisa a la instrucción que se pretende dar, que el Estado debe exigir más a las familias que no colaboran con la Comunidad Escolar y que el profesorado debe esforzarse y actualizarse cada año. ¡Porque siempre habrá un niño esperándonos!" (30 de junio de 2014)